La fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa

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Contexto Histórico:

Rafael Leónidas Trujillo Molina fue un dictador que gobernó en la República Dominicana desde 1930 hasta su muerte en 1961. Durante dos periodos (de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952) Trujillo ejerció la presidencia como generalísimo del ejército y gobernó de forma indirecta de 1938 a 1942 y de 1952 a 1961, usando para ello la figura de presidentes títeres.

Cuando en 1930 estalló una insurrección contra el entonces presidente y militar Horacio Vázquez, Trujillo era el jefe de la Policía Nacional. La crisis que sacudía a la Republica Dominicana fue sin duda instigadora de esta insurrección, aunque a posteriori se supo que Trujillo formó parte de la organización de la misma. No sorprende que las elecciones que se celebraron tras la renuncia y el exilio de Vázquez se sucedieran en un clima de terror organizado por el mismo Trujillo y su banda paramilitar conocida como «la 42», ni tampoco la manipulación de estas elecciones para dar la victoria a Trujillo. Comienza así, manchada de caos, sangre y manipulación, la vida política de Trujillo, una premonición de cómo se sucederían los siguientes trenta y un años en la República Dominicana. 

Durante la Era de Trujillo se asesinaron a más de cincuenta mil personas. Cabe destacar en su gobierno la Masacre del Perejil, en la que se estima que se mataron entre cinco y veinticinco mil haitianos que vivían en la República Dominicana. A pesar de que la Era de Trujillo está enmarcada en un contexto en el que abundaban los regímenes dictatoriales en América Latina, el de Trujillo se conoce como uno de los más sangrientos, donde los derechos humanos se violaban constantemente. 

Una de las características de la dictadura fue el anticomunismo, lo que le granjeó la simpatía de Estados Unidos. Sin embargo, debido a las brutalidades cometidas, Estados Unidos terminó por retirar su apoyo al régimen. De manera similar, la Iglesia Católica apoyaba a Trujillo en un principio, en parte porque uno de los valores que se exaltaban como parte de la identidad dominicana era el catolicismo, pero, de nuevo, la crueldad de la que se valía Trujillo le granjeó la antipatía de la Iglesia Católica durante el periodo final de la dictadura.

Otra característica que cabe destacar de la dictadura de Trujillo es su afán por la teatralidad. Un ejemplo de hasta que punto llegaba ese afán fue el nombramiento de su hijo Ramfis como General cuando tenía solo 11 años, o el cambio de nombre de la ciudad de Santo Domingo a Ciudad Trujillo.

Sobre el libro:

La fiesta del chivo es una ventana al pasado desde la que se nos enseña la realidad más íntima de la dictadura de Trujillo. La historia está contada desde tres puntos de vista:

  1. El primer punto de vista es el de Urania Cabral quien tras 35 años viviendo en Estados Unidos sin ningún contacto con su tierra, regresa a la República Dominica.

  2. Otro punto de vista es el de Trujillo en su último día de vida.
  3. El punto de vista de los asesinos de Trujillo.

Entrelazando estas tres historias Mario Vargas Llosa teje un tapiz lleno de contrastes en el que se muestra la República Dominicana durante la Era de Trujillo, de una manera profunda e íntima, en distintos estratos sociales. Urania será el hilo conductor de la obra, así como el mayor contraste con las otras dos historias por dos motivos: por ser una mujer y por hablar desde el futuro.

A pesar de usar un lenguaje coloquial (en particular se usa el español dominicano), la fiesta del chivo está escrita con una delicadeza y una gracia ejemplar, plagada de pequeños detalles que funden las tres historias. La narrativa no lineal, unida a los continuos flashbacks de los personajes ayudan a entender el momento social, así como la misma psique de los mismos .

Una dictadura tan sádica genera una dualidad vital, provoca vivir “[…] una mentira pública y una verdad privada prohibida de expresarse”. Esta dualidad genera una desazón existencial que se aborda continuamente en el libro a través de todos los personajes, incluido Trujillo.

Análisis:

Combinando ficción y realidad (Mario Vargas Llosa estuvo más de tres años documentándose para escribir la fiesta del chivo), la novela hace una feroz crítica al régimen de Trujillo. Sin embargo, a pesar de haber sido concebida en la particularidad de la barbarie trujillista, es una obra con vocación universal, y explora los límites morales y éticos a los que es capaz de llegar el ser humano por obtener poder o incluso por tener la ilusión de tocarlo con los dedos. Urania hace una reflexión sobre esto en el siguiente párrafo

[…]Luego de tantos años de servir al Jefe, habías perdido los escrúpulos, la sensibilidad, el menor asomo de rectitud. Igual que tus colegas. Igual que el país entero, tal vez. ¿Era ése el requisito para mantenerse en el poder sin morirse de asco? Volverse un desalmado, un monstruo como tu Jefe. […]

El tratamiento de la dominación, ligada a la virilidad y al machismo es una parte primaria del libro, y Urania será esencial en esto. Es el único personaje principal femenino y será el hilo conductor de la novela, que empieza y acaba con ella. Respecto a este personaje el mismo Vargas Llosa habló de la siguiente manera:

Urania para mí es un personaje muy conmovedor. Es un personaje que yo inventé con la idea de que la novela tuviera, no sólo una perspectiva histórica, del pasado, sino también contemporánea; que la dictadura, la muerte de Trujillo, el caos y la violencia que siguieron a ese episodio, fueran escritos desde la época contemporánea, con toda la experiencia acumulada desde entonces; pero también porque yo quería que un personaje femenino fuera uno de los protagonistas de la historia. La dictadura fue particularmente cruel con la mujer. Como todas las dictaduras latinoamericanas tuvo un contenido machista; el machismo es un fenómeno latinoamericano. Pero eso, imbricado con lo que es un régimen autoritario, de poder absoluto, convierte a la mujer realmente en un objeto vulnerable a los peores atropellos. El sexo era para Trujillo uno de los símbolos del poder, de su virilidad, valor supremo para una sociedad machista; por tanto la mujer realmente un objeto del que se disponía: los padres regalaban sus hijas a Trujillo, éste infligía a sus colaboradores más cercanos esa humillación de acostarse con sus mujeres… muchas veces simplemente para mostrar su poderío, su autoridad, sobre algunos de ellos.

Las mujeres eran una pertenencia más de sus padres y maridos con el que intentaban comprar el beneplácito momentáneo de Trujillo, o un objeto a través del cual Trujillo los humillaba y reafirmaba su poder. Las orgías, las fiestas desmesuradas eran un continuo en la vida de Trujillo, quien aprovechaba además los rumores generados por las mismas para reafirmar su virilidad. Este continuo uso del sexo fue el que le valió a Trujillo el apodo de “el Chivo” símbolo de la masculinidad, la sexualidad, la degeneración y la lujuria. 

Urania, víctima de una situación de abuso sexual por parte de Trujillo, es una representación de las mujeres en la dictadura, una manera de recordar y poner voz al sufrimiento y a la humillación que las mujeres dominicanas, desde su posición de invisibilidad, sufrieron durante la Era de Trujillo. Su nombre no es ninguna casualidad: en la mitología griega Urania, la menor de todas las musas, es hija de Mnemósine, personificación de la memoria.

A pesar del abuso sufrido Urania consigue reconstruirse, crecer y continuar con su vida, y de manera muy exitosa además. Sin embargo, emocionalmente no consigue pasar página. Su único hobby es aprender de la Era de Trujillo. Ella misma explica que entender la psique de la gente que formaba parte del régimen es el único objetivo no laboral que tiene. También dice que sigue teniendo una herida lacerante que no consigue cerrar:

[…]Mi único hombre fue Trujillo. Como lo oyes. Cada vez que alguno se me acerca, y me mira como mujer, siento asco. Horror. Ganas de que se muera, de matarlo. Es difícil de explicar. He estudiado, trabajo, me gano bien la vida, verdad. Pero, estoy vacía y llena de miedo todavía. Como esos viejos en Nueva York que se pasan el día en los parques, mirando la nada.[…]

Así, la República Dominicana se personifica en Urania. Como todas las naciones latinoamericanas, la República Dominicana era aún muy joven. De hecho, al igual que la niña de catorce años, se encontraba en plena pubertad cuando fue vejada y ultrajada por los abusos de Trujillo, llegando incluso a perder su identidad. De la misma manera que le pasa a Urania, la marca que dejó Trujillo en la República Dominicana era todavía muy tangible cuando Mario Vargas Llosa escribió el libro. En el año 2000 la sociedad dominicana estaba en proceso de asumir los brutales crímenes perpetrados por el régimen, tratando de recuperar su identidad y de resarcir a las víctimas. 

El 30 de mayo se celebra en la Republica Dominicana «la fiesta de la libertad», conocida coloquialmente como la fiesta del chivo, en conmemoración a la muerte de Trujillo. Ese día la esperanza volvió a nacer para el pueblo dominicano. Es destacable que en el libro también se refieren a la noche en que Urania es entregada a Trujillo como la fiesta del chivo. En esta fiesta comienza el declive para Trujillo en el libro. Su impotencia al intenta violar a Urania es claro símbolo de la pérdida de poder, de masculinidad, como así mismo lo interpreta él, obsesionándose durante toda la novela con ello, con probar que sigue valiendo como hombre. Es el comienzo del fin, pues es esta obsesión con probar que no ha perdido su masculinidad la que lo dirige a la calle en la que lo asesinaron.

El catolicismo ha sido parte esencial de la identidad de la República Dominicana, así que no es de extrañar que la novela tenga referencias a historias biblícas. Trujillo es una suerte de Dios que recibe sacrificios o que pide ofrendas a sus seguidores. Obsesionado con la lealtad, Trujillo sometía a pruebas (a veces increíblemente duras) a sus allegados. Cuando somete a prueba al padre de Urania, a pesar de que Trujillo no lo ha pedido explícitamente, Agustín Cabral está dispuesto a ofrecer como sacrificio a su única hija para probar su lealtad, de manera similar a Abraham que estaba dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac a Dios. Sin embargo, mientras que Dios sólo quería poner a prueba la lealtad de Abraham y perdona la vida a Isaac una vez que Abraham pasa la prueba, Trujillo quería humillar, domar y demostrar su virilidad. De ahí que cuando no consigue una erección se encolerice y termine maltratando más aún a la pobre niña. 

Conclusión:

Con el dominio de la pluma que lo caracteriza, Mario Vargas Llosa nos regala una obra de arte con la que nos acerca a un momento histórico tan triste como apasionante. No intenta presentarnos un documento histórico, pues él considera que la historia es

[…] un animado caos al que los historiadores dan apariencia de orden, una casi infinita multiplicación contradictoria de sucesos que -para poder entenderlos- las ciencias sociales reducen a arbitrarlos esquemas y a síntesis que resultan en todos los casos una ínfima versión o incluso una caricatura de la historia real, aquella vertiginosa totalidad del acontecer humano que desborda siempre los intentos racionales e intelectuales de aprehensión.

Todo el libro pretende enseñarnos la dictadura de Trujillo desde las contradicciones más íntimas de los personajes y es a través de Urania que vemos claramente esa mirada de historiador.

 Acabo el post con una de las frases que más me gustó del libro:

[…]La taza de café o el trago de ron debían saber mejor, el humo del tabaco, el baño de mar un día caluroso, la película de los sábados o el Merengue de la radio, debían dejar en el cuerpo y el espíritu una sensación más grata, cuando se disponía de eso que Trujillo les arrebató a los dominicanos hacía ya treinta y un años: el libre albedrío.

La señora de Dalloway

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Sobre Virginia Woolf

Virginia Woolf, (Stephen de nacimiento), nació en Londres el 25 de enero de 1882. Sus padres, un conocido escritor y montañero y una famosa modelo, se codeaban con la élite londinense, lo que propició que Virginia llegara a conocer de primera mano a muchos de los más afamados representantes de la literatura victoriana, a los que ella consideraba gente estrecha de miras. Al contrario que a sus dos hermanos varones, no le permitieron estudiar en Cambridge, aunque sí le dieron una educación privada. Virginia fue una persona con una salud mental frágil: sus primeras crisis nerviosas las tuvo después de la muerte de su madre, cuando ella tenía 13 años y la muerte de su madrastra y su hermanastra unos años después junto con los abusos sexuales cometidos por sus dos hermanastros no ayudaron a que sus crisis nerviosas mejoraran . Tras la muerte de su padre, la familia Stephen se mudó a Bloomsbury, donde formaron el conocido grupo artístico y literario homónimo. En 1912 se casó con Leonard Woolf, y decidieron comprar una mini imprenta casera y, en 1917, formaron la conocida Hogarth Press. Esta prensa publicó una gran parte de su trabajo, y también gracias a ella se puso en contacto con obras de autores que aún no habían sido traducidos al inglés, siendo ellos los encargados de hacer ese trabajo. La precariedad de su salud mental fue una constante en su vida, y provocó que en 1940 su marido y ella se mudaran a Sussex, con el objetivo de alejar a Virginia del ajetreo de la vida en Londres para que su salud mental mejorara. Sin embargo, en 1941 se suicidó, ahogándose en el rio Ouse.

Virginia comenzó su carrera como periodista, aunque posteriormente escribió tanto novelas como ensayos. Nos ha dejado unas obras de calidad suprema con las que rompió todos los esquemas que se usaban anteriormente en su búsqueda por expresar mejor temas hasta entonces olvidados (como la salud mental), llegando incluso a investigar nuevas figuras literarias.

Contexto histórico:

Virginia comenzó a escribir La señora Dalloway en Junio de 1923, tan solo 5 años después de que acabara la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra fue un golpe tremendo para la sociedad británica, un momento impactante para el mundo entero. Fue la guerra más mortal hasta ese momento de la historia y desromantizó todos los conceptos que se tenían asociados a la guerra. Los hombres con PTSD (en aquel momento conocido como Shell Shock en Gran Bretaña) se contaban por miles, y obviamente la sociedad se vio afectada de manera muy negativa cuando en vez de los héroes esperados volvieron hombres demacrados que sufrían alucinaciones y convulsiones, llegando al extremo de que algunos no podían siquiera andar derechos. Además, ninguna de las partes involucrada en la guerra ganó realmente nada. De hecho, en el caso específico de Inglaterra, la economía decayó enormemente, debido entre otras cosas a la enorme deuda que generaron cuatro años de intenso conflicto. Todo esto dejó a la sociedad británica traumatizada durante años, provocó una crisis existencial, lo que siempre genera preguntas y transformación. Preguntas grandilocuentes, como el significado de la vida: ¿qué va a pasar con nosotros? ¿Qué va a pasar con Londres, con Inglaterra, con el Imperio? E incluso preguntas más pragmáticas, por ejemplo, ¿cómo actuar con los hombres que tenían Shell Shock? Respecto a este asunto, a pesar de que se reconocía el Shell Shock como una enfermedad, se asociaba a algo físico, y aun así la postura oficial del gobierno de Reino Unido era obviarlo. La situación era tan terrible para los hombres que sufrían Shell Shock en el frente que, si por culpa de un ataque de pánico o ansiedad no cumplían con alguna orden, se enfrentaban a un consejo de guerra, llegando a ser condenados a muerte en no pocos casos. Otra cosa importante a tener en cuenta es que en 1918 se aprobó el voto femenino en Reino Unido, aunque se restringió a las mujeres mayores de 30 años, mientras que la restricción de edad para los hombres eran los 21 años. Se había conseguido también que la gran mayoría de las universidades reconociera los estudios de las mujeres con títulos “equivalentes” a los que se daban a los varones. El papel de la mujer estaba siendo puesto en duda muy fuertemente, y con él, el de los hombres. Por último, es muy importante tener en cuenta que la “modernidad” estaba empezando a verse en el día a día de las personas. Los coches de caballos estaban siendo sustituidos por coches, el cine había sido inventado apenas 20 años antes y estaba llegando a las ciudades más grandes, los aviones empezaban a verse… Muchas de las cosas que a día de hoy nos parecen algo cotidiano en aquel momento aún eran desconocidas para muchas partes del mundo, y sólo en ciudades del calibre de Londres estaban empezando a formar parte de la vida de las personas, pero aún no de forma cotidiana.

Sobre Mrs.Dalloway

He de decir que el estilo de Virginia es muy denso. Mrs Dalloway es un libro increíblemente cargado de crítica y de símbolos, y el lenguaje que utiliza está a la altura de ello. Cada frase está completamente medida y da mucho más de lo que en un simple momento puede parecer. Esto hace que la lectura sea extremadamente interesante, pero también puede hacerse pesada en ciertos momentos. Respecto a los aspectos más técnicos de la novela, cabe destacar que no existe división por capítulos. La forma que tiene Virginia de marcar el ritmo del libro es mediante las campanadas de los relojes que van apareciendo a lo largo del libro. Además, en las versiones inglesas hay doce separaciones, una por cada hora, mostrando de nuevo que la única estructura del libro es el paso del tiempo.

El libro transcurre en un día de verano durante una ola de calor en Londres. Transmitir la sensación de Londres durante esa ola de verano es vital en el libro, pues la ciudad de Londres juega el papel de nexo de unión entre todos los personajes, es un recurso para deshacerse de las diferencias de género, clase e incluso de edad. Al no haber narrador omnisciente que controle todo, sólo los monólogos internos de los personajes, la ciudad juega la parte de ser un ente vivo, en constante movimiento, donde todos los personajes se mueven con ella, se encuentran y esos encuentros nos dan pie a pasar de uno a otro de una manera natural. De nuevo, los mismos relojes que nos marcaban el ritmo del libro también nos dejan ver que Londres es una ciudad en continuo avance, evolucionando a la vez que todas las personas que la habitan. La escritura mediante monólogos internos es un recurso muy interesante que nos enseña una de las diferencias más importantes de la literatura de entreguerras con su predecesora, la literatura eduardiana. Mientras que la primera pone el foco en las perspectivas internas, en la introspección, los recuerdos personales, etcétera, la segunda lo ponía en los detalles externos que rodeaban y afectaban a las personas. Para Virginia esto no era más que dejarse llevar por la superficialidad, sin llegar a ver la profundidad de la psique humana.

Es debido también al uso de monólogos para contar la historia que es tan importante ver la sensación que generan los personajes principales desde fuera, y no quedarnos sólo con sus percepciones. Peter, Richard, Sally, Hugh, etcétera nos ayudan a entender el personaje de Clarissa, nos enseñan las asociaciones que tienen de ella, al igual que los médicos o Rezia nos ayudan a comprender más a Septimus. Además, los encuentros casuales entre los distintos personajes son muy significativos, pues de nuevo nos permiten poner la psique de dos personajes en un mismo momento, para poder ver así las diferencias entre las perspectivas.

Otro recurso que usa Virginia para hacer hincapié en que lo importante es conocer y entender las diferentes perspectivas de los distintos personajes es la trama, o, mejor dicho, la ausencia de ella. El libro nos narra el día de Clarissa Dalloway mientras prepara una fiesta que va a tener lugar en su casa esa misma noche. Como podemos ver, se trata de una situación terriblemente cotidiana, y realmente no hay nada que se salga de lo común. De hecho, la cotidianidad de la situación nos da la oportunidad de conocer gente normal y corriente de la sociedad de ese momento, lo que nos ayuda a entender las realidades de la sociedad en conjunto. Así, Clarissa Dalloway es una mujer de unos 52 años de la clase media alta-inglesa, el estereotipo de mujer culta, callada, recta, la perfecta mujer victoriana. Richard Dalloway, su marido, es un político conservador un poco mayor que ella, de nuevo el perfecto caballero victoriano, mientras que Peter Walsh es un socialista hijo de una familia de terratenientes de la India (en aquel momento colonia de Inglaterra) que no consigue encajar exactamente en la sociedad.  Mientras que Clarissa representa la cordura y el sentido de la mesura, Septimus nos enseña la locura. El personaje de Septimus va a jugar el papel de espejo de Clarissa, presentándonos la otra cara de la moneda en muchas situaciones. Es la contraposición a la mesura de Clarissa y de todos los que van a la fiesta. Además, nos muestra la cara más cercana a la Primera Guerra Mundial, pues es un veterano de guerra con Shell Shock que tiene alucinaciones con los horrores vividos. Su mujer, Rezia, es una mujer italiana superada por la situación de su matrimonio. Sally, la amiga de la infancia de Clarissa, nos muestra la faceta más luchadora y empoderada de las mujeres del momento, pues, aunque no es una activista de facto, sí que se negaba a someterse a los roles que se esperaban de ella, al menos no sin plantear preguntas.

El mismo título del libro ya nos deja claro que el tema del feminismo va a jugar un papel central en el mismo. Aunque hay muchos más libros cuyo título es el nombre de la protagonista, la peculiaridad de éste es que lo que encontramos no es el nombre completo, sino simplemente su título de casada, Mrs. Dalloway. En mi opinión una traducción más adecuada al español hubiera sido “la señora de Dalloway”, para representar mejor que no estamos leyendo la historia de una mujer de apellido Dalloway, si no de una mujer que ha pasado a ser Dalloway al casarse, dejando atrás su vida entera. De hecho, el título de Mrs. no es más que una degeneración de Mr.´s, que viene de añadir la partícula » ´s» que indica propiedad al título que se daba a los hombres, Míster, acortado como Mr.; es decir, Mrs no es más que la propiedad del Míster. La misma Clarissa especifica que desde que se casó siente que es invisible al mundo, que ha dejado de ser ella misma para ser una extensión de su marido, llegando hasta el punto de que a veces se dirigen a ella como Mrs. Richard Dalloway, en lugar de por su nombre. Clarissa vive en una constante contradicción interna: por una parte, siente que la única manera de vivir su vida es aceptar y seguir los roles indicados, por otra, realmente no es lo que a ella le haría feliz. Por ejemplo, Clarissa disfruta leyendo y tiene una fuerte opinión respecto a las cosas que conoce, sin embargo, se mantiene siempre en la sombra de su marido, apoyándolo en alguna situación social como mucho. Clarissa envidia y admira a su amiga Sally por su espontaneidad y su felicidad, pero no se permite a sí misma ser así, ella está dominada por el “sentido de la proporción”, la exagerada mesura victoriana. Sally también genera que Clarissa se cuestione su sexualidad, aunque ella habla de que hay dos tipos de pasiones: la que una siente por su marido y la que sólo puede sentirse por otra mujer, siendo esta última la que realmente enciende su fuego interno. Teniendo en cuenta que el libro se escribió en 1923, hablar de que las mujeres pueden tener sexualidad, y más aún mencionar que puede ser algo fuera de lo establecido es tremendamente rompedor.

En su papel de reflejo de Clarissa, Septimus es el personaje masculino que más nos hace cuestionarnos los roles de los hombres. Él mismo habla de la congestión sentimental que tenía, cuando, por ejemplo, no pudo llorar la muerte de su amigo Evans porque tenía que seguir con su deber como hombre en el frente. Nunca manifestó ningún sentimiento relacionado con la guerra, a pesar de los horrores que vivió. De hecho, el haber sido partícipe de un horror tan tremendo le causa una crisis existencial: Septimus se pregunta cuál es el sentido de vivir en un mundo con tanta maldad, no deja de pensar por qué hay semejantes horrores en el mundo, e incluso se plantea si merece la pena traer descendencia a un mundo así. A pesar de eso, trata de mantener la faceta de hombre fuerte, hasta que un día, en medio de una discusión con Rezia, en la que ella le reclamaba que cumpliera su deber como marido y le diera un hijo, explotó, y todo ese torrente de sentimientos que nunca se había molestado en gestionar degeneró en un brote de PTSD. ¿Son entonces tan buenos los valores asociados a la masculinidad si provocan una situación tan extrema como esta? De nuevo, la rigidez de los valores victorianos sale a la luz.

De manera menos extrema, Peter Walsh se cuestiona a sí mismo si la forma de ser de un perfecto caballero tiene algún sentido, y vemos su menosprecio, aunque da la sensación de que es sólo porque él no termina de encajar. Por otro lado, Richard también nos enseña las carencias emocionales a las que se enfrentan los hombres. Hay un momento en el libro en que le lleva flores a Clarissa, y va todo el camino a casa pensando en que la quiere, en que le va a decir que la quiere, porque no se dicen esas cosas lo suficiente. Durante ese camino, parece un hombre tremendamente enamorado que fantasea con todo lo que le va a decir a su amada. Sin embargo, la situación que se genera cuando Richard llega a casa y le da las flores a Clarissa es totalmente distinta de la que él se había imaginado: ni siquiera es capaz de poner palabras a sus sentimientos, probablemente porque nunca hubiera visto a nadie hacerlo antes. No es capaz de decirle a su mujer lo mucho que la quiere, y se queda parado, impotente, esperando que su silencio y las flores sean suficientes para que Clarissa lo entienda. Contener tus sentimientos es algo fundamental para ser un verdadero caballero británico, y eso acaba siendo un precio muy alto a pagar para estas personas, fueran conscientes o no.

No puedo hablar de las mujeres en el libro sin mencionar el papel de las flores y el ático. Las flores son una constante en la obra. De hecho, ésta empieza con Clarissa yendo a comprar flores a Bond Street. Son un símbolo de la feminidad y del cuerpo de la mujer, y teniendo en cuenta que en aquel momento la menopausia se asociaba con la muerte de la esencia de la mujer y que Clarissa es una mujer de 52 años probablemente ya menopáusica, entendemos el porqué de la aparición de las rosas a punto de marchitarse. Relacionado con el mismo tema tenemos el ático en el que Clarissa lleva un tiempo durmiendo sola. Las casas, sobre todo asociadas a personajes femeninos, son una representación de los cuerpos, y en este caso, el ático, que se encontraba desangelado hace referencia al útero de Clarissa, que se encuentra vacío debido a la menopausia. Sin embargo, esto no es lo único interesante relacionado con el ático. En su ensayo feminista “Una habitación propia”, Virginia habla de la necesidad de las mujeres de tener una habitación propia, de tener intimidad para poder crear. Me resultó muy significativo ver cómo Clarissa hace la reflexión de que, a pesar de que el ático es una habitación poco lujosa y gris, es una habitación donde puede retirarse a leer “sobre la retirada de Moscú”, sin tener que dar explicaciones. Vemos como la protagonista del libro valora tener esa habitación propia de la que Virginia hablaría años después.

Respecto al tema feminista hay tantas alusiones que no terminaríamos nunca, pero voy a acabar mencionando una parte que me pareció demasiado acorde con la situación actual. En un momento dado, Sally hace un comentario con el que deja en ridículo a Hugh, quien, para vengarse, violenta a Sally y le da un beso en un momento en que se encuentran a solas. (Tengamos en cuenta que en aquella época eso tenía unas implicaciones de privacidad mucho mayores que ahora). Cuando Sally lo denuncia, la reacción general es tacharla de mentirosa, pues Hugh es un hombre muy respetable, un perfecto caballero que no haría tal cosa. Aún a día de hoy, casi cien años después de que se escribiera este libro, nos encontramos con situaciones demasiado similares, llegando hasta el punto de que, incluso presentando pruebas audiovisuales se pone en duda la palabra de la mujer… El hecho de que injusticias descritas en un libro escrito de hace casi un siglo se repitan de manera sistemática hoy día debería hacer que, como sociedad, nos planteáramos hasta qué punto nos estamos negando a avanzar.

A pesar de que la protagonista del libro es Clarissa, he de decir que el personaje que más me fascinó fue Septimus. Para empezar, el hecho de encontrarme un caso tan claro de Shell Shock en un libro, y que fuera expuesto de una manera tan humana, me pareció muy interesante. Mediante Septimus y todos los personajes que se relacionan con él, Virginia nos enseña la visión que tenía la sociedad de los problemas mentales, que seguramente ella vivió en carne propia.  Para empezar, los médicos no trataban a Septimus como un enfermo, si no como una persona fatigada o cansada que quiere llamar la atención, siendo ellos mismos los primeros que no entienden por qué no se levanta de la cama algunos días, y comparando su situación con tener un mal día. Esto genera que Septimus tenga cada vez más desapego hacia la figura de los médicos, pues sólo le hacen sentir peor, llegando al punto en que es esa repudia de Septimus hacia los médicos la que provoca su suicidio para evitar volver a encontrarse con uno de ellos. El mismo Septimus tampoco entiende qué es lo que le pasa, y en los pocos momentos de cordura que presenta se cuestiona por qué no es capaz de darle a su mujer Rezia lo mismo que los demás maridos a sus respectivas mujeres. Por último, Rezia es una persona totalmente confundida que se encuentra dividida: por un lado, hay veces que puede de ver que su marido está pasándolo mal y que no es consciente ni capaz de reaccionar, pero los médicos no hacen más que negar que Septimus tenga una enfermedad, así que también hay momentos en los que Rezia siente que su marido es un egoísta y que reacciona de esa manera sólo porque no la quiere. A través de estos cuatro personajes Virginia no sólo nos presenta la situación actual de los enfermos mentales con respecto a la sociedad, sino que además nos hace una clara valoración de la misma: la situación es tan tremenda y tan sin sentido que genera el malestar de absolutamente todos los involucrados.

Septimus es un personaje que se siente solo, abandonado, alejado de todas las personas que lo rodean. Se siente incluso castrado por la experiencia vivida: él no quiere traer un hijo a un mundo como éste, pero no puede plantearle a su esposa eso, pues estaría negándole el milagro de ser madre y rechazando él mismo una de sus principales tareas como hombre. Sin embargo, Septimus no es un caso aislado. Como he mencionado antes, las personas con PTSD se contaban por miles, el problema es que fueron dados de lado deliberadamente, olvidados y aislados a propósito por la sociedad. El hecho de que en un libro escrito en 1923 Virginia incluyera a un personaje coprotagonista con Shell Shock, y que trate de transmitir de manera tan precisa cómo se sentía, dice mucho de la autora, de la consciencia y también de la valentía y la necesidad de exponer las situaciones que consideraba injustas.

Para Virginia, el poder transmitir de una manera precisa lo que se sentía al tener una enfermedad mental era una parte clave de sus obras. He de decir que lo que he leído en ésta me parece impresionante. Los altibajos de Septimus son tan humanos, tan creíbles… La última escena en la que Septimus por fin se ríe con Rezia y para justo después recibir la visita del médico y suicidarse es simplemente sublime. Realmente entiendes la ansiedad y las dudas que estaba sintiendo Septimus, la necesidad de suicidarse a pesar de que él mismo no quería hacerlo, él quería vivir. Sinceramente creo que es una de las mejores escenas que he leído en mucho tiempo, y desde luego, la escena que mejor representa lo que una persona con una enfermedad mental puede sentir de todas las que he leído.

Ideas como el Imperio, las colonias, la política británica, la religión, la diferencia de clases son fundamentales en la sociedad británica de entre guerras, y es normal que en una obra que trata de que conozcamos la psique de los personajes, temas de esa índole sean tratados, aunque sea de una manera más tangencial. Virginia a veces elige mostrarlos de maneras muy sutiles, como mediante el contraste entre Peter Walsh y Richard, Clarissa y Rezia o la hija de Clarissa y su profesora, pero otras nos los plantea de una manera mucho más accesible mediante soliloquios de personajes en los que ellos se plantean ciertas cuestiones.

Conclusión

En general he disfrutado mucho con la lectura de Mrs. Dalloway. Sin embargo, creo que es un libro muy exigente, tanto por la cantidad de detalles que tiene como por el vocabulario y la manera de escribir de Virgnia. Desde luego, no es un libro para leer cansado, y además creo que exige que el lector tenga conocimientos de base para llegar a comprender lo relevantes que son ciertos temas, como por ejemplo lo rompedor que es meter un personaje como Septimus. Para la gente que tiene la habilidad o la afición de leer entre líneas o de pensar y analizar las cosas que leen, les diría que este es su libro, porque es un libro con dos historias: la historia que te cuenta en sí y la historia que se puede inferir de todos los comentarios y pensamientos de estos personajes sobre su sociedad.

En mi opinión, el punto fuerte de este libro son los personajes. Son personajes con tanta fuerza que aún habiendo terminado el libro siguen contigo. Septimus es una tragedia moderna, una subversión del héroe de guerra clásico; es un personaje tratado con tanta humanidad que da para revivir y pensar su historia una y otra vez. Clarissa, por su parte, es el altavoz de una época entera, de todas las mujeres que se sienten olvidadas, de todas aquellas que se encontraban y se encuentran fuera de lugar esperando anhelantes un cambio.

For there she was

Lolita

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Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era, Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola en pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.

De esta manera empieza Lolita, y la calidad de la escritura no baja un ápice hasta la última frase de la novela, que al igual que el principio, me dejó con la boca abierta. Me empecé a leer el libro por recomendación de un par de amigas, a pesar de que el tema de la pedofilia me hizo empezarlo de una manera reticente. Desde luego, rompió todas mis expectativas. De pronto me encontré leyendo un libro apasionante, con un dominio de la prosa tal que, aunque esté describiéndote una situación que en otro momento debería sonar repugnante (como una «emboscada» por parte de un adulto a una niña de 12 años para poder tocarle la pierna), hace que suene bello. Una novela en la que la mente de un pedófilo está tan bien expresada que tuve que mirar si el escritor era un prodigio o si tenía algún antecedente relacionado con eso (y no, simplemente Nabokov es un escritor espectacular).

Lolita es un clásico del siglo XX que, en forma de memoria escrita desde la cárcel, nos cuenta la historia de Humbert Humbert (nombre ficticio elegido por el autor de las memorias) y Lolita, una niña de 12 años.

Humbert es un profesor de literatura francés de mediana edad que se muda a Estados Unidos. Es un personaje manipulador, egoísta, egocéntrico y, ante todo un pederasta. Él mismo es consciente de todos estos problemas e intenta de muchas maneras justificarse, a la vez que se castiga por ello. Nabokov presenta la dualidad de este personaje durante toda la novela, y, a pesar de que no esconde en ningún momento que Humbert se considera un monstruo, consigue que los lectores lleguen a empatizar con él en ciertos puntos de la lectura.

Lolita, por otro lado, es la hija de la casera de Humbert, Charlotte. Según Humbert, es una nínfula, pero no una cualquiera, sino la nínfula más perfecta que existe y es por ello que queda encandilado por ella desde el primer momento en que la ve. Sin embargo, Dolores no es más que una niña de 12 años muy desatendida por su madre y por todos los que la rodean.

Nínfula es un término que se inventa Humbert para describir a las niñas que le atraen:

Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica (o sea demoníaca); propongo llamar «nínfulas» a esas criaturas escogidas.

Los viajeros embrujados de los que habla son los artistas y locos (ambas a la vez). Humbert deja caer la responsabilidad de que ciertos adultos se sientan atraídos por niñas en ellas mismas, pues es su magia y su actitud las que hacen que ellos caigan enamorados. Según nos cuenta, su atracción por las menores se debe a su primera relación amorosa con Annabel cuando ambos rondaban los 12 años. Esta relación nunca llegó a consumarse por ciertas vicisitudes del destino, lo que generó que Humbert se obsesionara con las nínfulas. Sin embargo, como ya he mencionado antes, Humbert es consciente de que sentir atracción por niñas pequeñas está mal, y durante parte de su vida intenta refrenar al monstruo que lleva dentro.

La dualidad con la que él mismo Humbert trata su pedofilia es de las cosas que más me llamó la atención del libro. A la vez que él mismo se refiere a sí mismo como monstruo por su afección, busca referencias en otros hombres, reconocidos como grandes, que también sentían atracción por menores, como Lewis Carrol o Dante Alighieri. La obra en sí está plagada de referencias a otros escritores y entre ellos destacan las referencias a Lewis Carrol, empezando por el pseudónimo Humbert Humbert. La sonoridad de este nombre es muy similar a la de Humpty Dumpty, un personaje con forma de huevo de la cultura popular inglesa que aparece en varias de las obras de Lewis Carrol dedicadas a su nínfula particular, Alice Lidell. Además, al igual que Humpty Dumpty, Humbert termina roto.

Humbert ve por primera vez a Lolita cuando va a su casa para ver una habitación que su madre alquilaba. Hasta ese momento, Humbert había estado tratando de controlar de alguna manera sus instintos depredadores, conformándose con recurrir a prostitutas que parecieran menores o con observar desde la lejanía a las nínfulas en los parques o a la salida del colegio. Sin embargo, desde que ve a Lolita por primera vez empezamos a ver una decadencia del personaje. Cada vez más deja que su obsesión se apodere de él, llegando a planear hasta una manera de dormir a la madre y a la hija para poder violar a Lolita por la noche.

Según cuenta Humbert, la misma madre de Lolita siente celos de la niña y de la atención que esta recibe de Humbert, y la manda a un campamento de verano. Es durante la estancia de Lolita en el campamento que Charlotte y Humbert se casan, pues Humbert ve así la posibilidad de tener cada vez más control sobre Lolita. De hecho, empieza a planear el asesinato de Charlotte para quedarse con la custodia de Lolita. Sin embargo, hay un giro de los acontecimientos bastante favorecedor para Humbert, pues Charlotte muere tras ser accidentalmente atropellada por un coche. Antes de continuar, he de remarcar que estamos leyendo las memorias de Humbert, y, aunque yo al principio también lo di por hecho, no sabemos si lo que está contando ocurrió verdaderamente de manera accidental o si Humbert tuvo algo que ver de alguna retorcida forma. Sea como sea, el hecho de que esta muerte sea presentada como accidental es vital para que el lector pueda seguir empatizando con Humbert.

Tras la muerte de Charlotte empieza la agonía para Lolita. Tras arreglar los papeles necesarios, Humbert va al campamento a recoger a Lolita, quien no sabe nada de la boda ni de la muerte de su madre. Humbert y Lolita comienzan un viaje en coche por Estados Unidos durante parte del cual Humbert le esconde a Lolita la muerte de su madre, diciéndole que está ingresada en un hospital. Es durante este viaje cuando Humbert y Lolita tienen relaciones sexuales por primera vez, de nuevo según las palabras de Humbert porque Lolita lo buscaba y lo sedujo. A partir de este momento Humbert da rienda suelta a su alma controladora y manipuladora: compra cosas a Lolita, a la vez que la hace sentir responsable de lo que está pasando. Cuando Lolita deja caer que quiere acabar con la relación Humbert le cuenta que la policía también la juzgará a ella, pues ella quiso que la cosa empezara. Además, se verá huérfana y desamparada en el sistema de acogida estadounidense, que no es conocido por ser algo placentero, y menos para una niña que ha accedido a tener relaciones con su padrastro. La obsesión y la manipulación llega a tal punto que el único momento en que Humbert permite a Lolita estar sola es cuando ella va al baño.

Por más que la prosa de Nabokov sea maravillosa, por más que el libro esté escrito desde el supuesto punto de vista de Humbert y esté buscando que el lector lo juzgue favorablemente, no entiendo como la gente puede decir que el tema del libro es el amor, ni siquiera el amor no correspondido. Humbert no está enamorado de Lolita, está obsesionado con ella. Es un abusador, y en palabras de la propia Lolita, le ha destrozado la vida. Además, la perversión y la decadencia de Humbert es tal que llega a soñar con tener una hija con Lolita para poder tener otra nínfula a su disposición cuando Lolita ya sea demasiado mayor. Sueña con tener una hija biológica con una niña de 12 años para poder abusar sexualmente de ella también. Humbert está tremendamente obsesionado con la idea de nínfula, y personifica esa obsesión en Lolita. El mismo Nabokov nunca llegó a entender como la gente sacaba el mensaje de que la novela iba de amor, y mucho menos de que la culpa era de Lolita. Ya en los años 50, Nabokov nos presenta una crítica maravillosa a la cultura de la violación que culpa a la víctima, dejándolo claro incluso desde la perspectiva del mismo Humbert:

[…] De haber comparecido ante mí mismo, habría condenado a Humbert a treinta y cinco años por violación y habría descartado el resto de las acusaciones.[…]

La relación con Lolita llega a durar años, y Lolita está en plena época de desarrollo. A pesar del gran amor que Humbert clama hay veces que se sorprende a sí mismo pensando en el asco que le dan las formas que Lolita está desarrollando y está constantemente midiéndola y pesándola, como si eso fuera a parar el crecimiento de Lolita.

Cuando por fin se asientan y Lolita empieza a ir al colegio, el nivel de acoso por parte de Humbert incrementa aún más si es posible, controlándola y manipulándola cada vez más. Sin embargo, durante todo el libro, Humbert explica que Lolita es la manipuladora, pues, siempre según él, usa el sexo para conseguir privilegios. Sin embargo, hay una escena, que de nuevo aún contada desde la perspectiva de Humbert, desmonta esa realidad que él nos cuenta. En un momento dado, Lolita enferma, y Humbert, a pesar de las quejas de la niña, se acerca con intenciones sexuales. Aún a sabiendas de que la niña tiene 40 grados de fiebre (él mismo le pone el termómetro) nos encontramos con la siguiente escena:

La desvestí. Su aliento era agridulce. Su rosa parda sabía a sangre. Temblaba de la cabeza a los pies. Se quejó de una dolorosa rigidez de las vértebras superiores y yo pensé, como todo padre norteamericano habría hecho, en la poliomielitis. Abandonando toda esperanza de contacto sexual, la envolví en una manta y la
llevé al automóvil.

Para reforzar que la relación es de abuso, tenemos también el fin de Lolita. Ella trata de escapar dos veces, consiguiéndolo con la ayuda de un director de teatro que le promete llevarla a Hollywood. Este intenta usarla para grabar porno y cuando Lolita se niega la echa de su casa. Sin embargo, Lolita, sola y desamparada con 14 años y sin siquiera un techo sobre su cabeza no vuelve con Humbert, se va a buscarse la vida, sola. Cuando Humbert y ella vuelven a reunirse, ella tiene 17 años, está embarazada y a punto de mudarse a Alaska con su marido.

En los últimos capítulos descubrimos el asesinato que ha llevado a Humbert a la cárcel: el del tipo que ayudó a escapar a Lolita. Humbert escribe un poema en el que le explica que lo va a matar por haberle hecho perder los años de inocencia de Lolita, por haber hecho que su nínfula lo abandonara. Igual que culpa a las nínfulas de su pedofilia, externaliza la culpa de que Lolita se haya escapado en el director de teatro, mostrándonos nuevamente que Humbert es un personaje desequilibrado e incapaz de cargar con responsabilidades sobre sus actos.

Lolita no sólo es una crítica a la cultura de la violación, también a la misma sociedad, por la manera en que la gente intenta quitarse culpabilidad, por cómo la gente vuelve la cara ante ciertas situaciones. Durante toda la novela hay personajes que notan que algo va mal con Lolita y que incluso lo relacionan con su entorno familiar, pero todos estos personajes hacen la vista gorda, obvian el tema y lo dejan pasar con el pretexto de «serán cosas de la edad».

La misma novela es un reto para la literatura por el tema y la manera en que lo trata, y ha sido una obra malinterpretada desde sus inicios. Sólo una editorial francesa especializada en literatura erótica se atrevió a publicarla, y estuvo prohibida durante varios años en Francia y en Inglaterra. Además, a pesar de que el libro nos da las pistas suficientes para entender que la intención de Nabokov nunca fue romantizar la pedofilia, la obra se ha entendido como tal, llegando incluso a que alguna gente pida su prohibición. (El tema de la censura literaria ya lo trataré en otro post, pues da para largo…)

Para terminar, voy a poner el final de la novela que es tan bueno como el principio, un final redondo que da un cierre al nivel del resto de la novela:

Ninguno de los dos vivirá, pues, cuando el lector abra este libro. Pero mientras palpite la sangre en mi mano que escribe, tú y yo seremos parte de la bendita materia y aún podré hablarte desde aquí hacia Alaska. Sé fiel a tu Dick. No dejes que otros tipos te toquen. No hables con extraños. Espero que quieras a tu hijo. Espero que sea varón. Que tu marido, así lo espero, te trate siempre bien, porque de lo contrario mi espectro irá hacia él, como negro humo, como un gigante demente, y le arrancará nervio tras nervio. Y no tengas lástima de C. Q. Había que elegir entre él y H. H. y era preciso que H. H. viviera a lo menos un par de meses más, para que tú vivieras después en la mente de generaciones venideras. Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita.

Apología por la fantasía

Resulta que este verano me estaba releyendo Peter Pan, y cada vez que se lo mencionaba a alguien la respuesta podía variar de “oh, qué bonito es” a una mirada paternalista que significa algo así como “¿no eres ya demasiado grande para estar perdiendo el tiempo en esos cuentos para niños?”. No es una reacción exclusivamente ligada a Peter Pan, generalmente es la misma respuesta que genera hablar de cualquier libro de fantasía o ciencia ficción. Sin embargo, cuando menciono que estoy leyendo Mrs. Dalloway, la respuesta suele ser más del tipo de “ah, ese libro es muy interesante”. ¿Por qué esa diferencia de respuestas cuando ambos son dos clásicos de la literatura del siglo XX? Bueno, claramente uno es un libro serio, cargado de crítica a la sociedad británica de entre guerras y el otro es un cuento de fantasía, ¿no? Y estos últimos están hechos para los niños. Sin embargo, Peter Pan es una obra también muy crítica con la sociedad victoriana, aunque claro, las críticas están ciertamente más escondidas que en Mrs. Dalloway, precisamente porque el medio es otro.

Mientras que en Mrs. Dalloway realmente lo único que hay es crítica pura y dura (y ya hablaremos en otro momento de que no deja títere con cabeza), en Peter Pan la crítica viene dada por el tratamiento de los personajes (también haré un post profundizando en el tema, ya que no es exactamente el objetivo de éste). En ningún momento va a salir un personaje haciendo un soliloquio explicando por qué las maneras de los caballeros ingleses le parecen una sandez como hace Peter Walsh, ni va a salir una mujer diciendo que desde que ha adoptado el nombre de su marido ha dejado de ser ella misma para no ser más que la señora de Richard Dalloway, perdiendo su identidad. No es que toda la crítica de Mrs Dalloway se presente en forma de soliloquios, pero sí a través de personajes realistas que son más fácilmente asociables a su contexto. En Peter Pan nos vamos a encontrar personajes camuflados de infantiles pero con una discusión interior enorme (de nuevo disfrazada) que nos presenta su crítica a la sociedad. Por ejemplo, tenemos la dualidad de Garfio y Smith, con los que James Barrie presenta la obsesión por las maneras caballerescas de la sociedad victoriana (con el primero) y a un personaje que se escapa totalmente de esas maneras pero que al final llega a estar moralmente por encima al final.

El tratamiento de temas como la maternidad, el desarrollo personal, los valores asociados a la masculinidad y la feminidad en Peter Pan está camuflada en personajes como Wendy, Peter Pan o los señores Darling. Personajes que pueden parecer caricaturescos, pero es precisamente esa caricatura lo que nos deja ver la opinión del autor de cada uno de estos temas. No es un libro menos crítico, pero sí es un libro más sutil. La diferencia es que los libros como Mrs Dalloway nos plantean las preguntas, a los libros como Peter Pan se las tenemos que plantear nosotros.

No creáis que este post se limita a defender la obra de Peter Pan en contraposición a Mrs. Dalloway. Ambos me parecen libros maravillosos. Simplemente los he escogido para plantear una cuestión, puesto que son dos clásicos de la literatura británica del siglo XX muy cercanos en el tiempo. La cuestión es que el medio de la fantasía y la ciencia ficción tiende a infravalorarse, y creo que, como lectores serios, tenemos que dejar de lado los prejuicios que tenemos asociados a este tipo de literatura. Claro, con un libro que nos cuenta el día de una mujer que está preparando una fiesta para esa noche es muy difícil quedarse en la superficie, lo interesante está claramente en la profundidad del mensaje que manda, pero con un libro que nos introduce a un mundo mágico es muy sencillo quedarse en la superficie de ese mundo nuevo y en lo bonito que es. Eso no quiere decir que ninguno de los dos sea menos serio o menos interesante.

Lo que intento con este ejemplo es haceros ver que la fantasía no es más que un medio que se puede usar con la misma seriedad que cualquier otro. Quizás no deberíamos juzgar a un libro por su apariencia, quizás deberíamos juzgar a un libro por los temas que trata y no por el formato en que haya decidido hacerlo.

Como bien dijo Keane Davies:

Todos los poetas son políticos. Somos políticos por nuestro ruido y nuestro silencio. Cuando una poetisa escribe sobre árboles, está siendo política tanto por aquello sobre lo que elige escribir como por lo que no elige tratar en su escritura

Aprendamos a leer esos mensajes y no sólo las palabras.

La laguna de las sirenas

Este es un pasaje del Capítulo 8 de Peter Pan y Wendy, escrito por J.M. Barrie en 1911. Si no lo conoces, no lo leas inicialmente: pon el video, cierra los ojos y escucha. La transcripción estará debajo del vídeo.

“Si uno cierra los ojos y tiene suerte, puede ver a veces un charco informe de preciosos colores pálidos flotando en la oscuridad; entonces, si se aprietan aún más los ojos, el charco empieza a cobrar forma y los colores se hacen tan vívidos que con otro apretón estallarán en llamas. Pero justo antes de que estallen en llamas se ve la laguna. Esto es lo más cerca que se puede llegar en el mundo real, un momento glorioso; si pudiera haber dos momentos se podría ver el oleaje y oír a las sirenas cantar.”